lunes, 30 de noviembre de 2015

La educación emocional en educación infantil



 La educación emocional en la primera infancia

La educación emocional es una respuesta a las necesidades sociales que priman hoy en día y que no se encuentran suficientemente atendidas en el curriculum académico ordinario. Entre estas necesidades están la presencia de ansiedad, estrés, depresión, violencia, etc. Todo ello es, en gran medida, consecuencia del analfabetismo emocional.
Aprovechando que hace poco celebramos el día de la infancia (20 de noviembre) y el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer (26 de noviembre), me parece interesante abarcar este tema, la educación emocional en la infancia como herramienta para una sociedad pacífica.

La educación emocional tiene como objetivo el desarrollo de competencias emocionales. Entendemos las competencias emocionales como el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para tomar conciencia, comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales. Dentro de las competencias emocionales están la conciencia y regulación emocional, autonomía emocional, competencias sociales, habilidades de vida y bienestar.
Por otra parte, el desarrollo de competencias emocionales requiere de una práctica continuada. Por esto, la educación emocional se inicia en los primeros momentos de la vida y debe estar presente a lo largo de todo el ciclo vital.
Por lo tanto, debería estar presente en la educación infantil, primaria, secundaria, familia, etc.

Una de las preocupaciones prioritarias de la sociedad actual es la violencia de todo tipo: violencia juvenil, bullying, inseguridad ciudadana, violencia de género, delincuencia, etc. La ira es uno de los factores desen­cadenantes de la violencia. Cuando se habla de ira, nos referimos a una emoción básica que incluye una serie de matices como rabia, enfado, indignación, cólera, odio, etc. Conseguir que las personas sean capaces de regular su ira es un paso decisivo para la prevención de la violencia y para la mejora de la convivencia. La ira y sus “familiares” (rabia, enfado, cólera, furia, odio, etc.) están en el origen de muchos conflictos y comportamientos violentos. Aquí se propone la regulación de la ira para la prevención de la violencia, y se aportan sugerencias para la práctica.

Evidentemente, las emociones negativas son inevitables. Por esto es importante aprender a regularlas de forma apropiada. En cambio las emociones positivas hay que buscarlas. Desde la educación emocional en general  se propone un énfasis especial en las emociones positivas, que son la base del bienestar subjetivo. Una repercusión en la educación en general es proponer el bienestar emocional como uno de los objetivos de la educación. Una persona educada es aquella que está en condiciones de construir su propio bienestar y contribuir al bienestar general, en colaboración con los demás. Se puede afirmar que el bienestar es la finalidad de la educación emocional. Conviene tener presente que la construcción del bienestar incluye la regulación de las emociones negativas y la potenciación de las positivas.

Además, la educación emocional debe contar con las madres y padres ya que juegan un papel esencial en el desarrollo de estas competencias. La primera educación emocional la recibe el bebé de sus padres, por lo que es muy importante que se involucren en este objetivo.

Cómo llevar la educación emocional al aula.

Existen variadas metodologías para llevar a cabo la estimulación y educación emocional en el aula.
No obstante, lo importante es conjugar el trabajo en el aula con el de casa y perseguir objetivos como:
1. Enseñar al niño a reconocer y discriminar las diferentes emociones, tanto negativas como positivas, mediante diferentes indicadores fisiológicos, gestuales, posturales, conductuales, etc.
2. Definir cuándo es esperable experimentar cada emoción y cuál es la manera apropiada de expresarla.
3. Incrementar la frecuencia del humor positivo y las situaciones de disfrute dentro y fuera del aula.
5. Ejercitar el reconocimiento de los propios logros y cualidades positivas.
6. Fomentar el desarrollo de la simpatía (sintonía con el estado emocional del otro), el interés por las necesidades de los demás y las conductas solidarias.
7. Enseñar estrategias para reducir la tensión y el nerviosismo de una forma funcional y socialmente aceptada.
8. Promover la creatividad.


Concretando, una sesión en clase podría estructurarse de la siguiente forma:

1. Psicoeducación:

Se trata de una actividad introductoria, donde el docente no solo explicita cuál será la emoción sobre la que girará la actividad, sino que también proporciona todos los datos necesarios para realizarla. No debe suponerse que todos los niños manejan la misma información; si bien es probable que sepan qué es el enfado, por ejemplo, es posible que algunos no lo identifiquen en sí mismos o en los otros. Es de suma importancia nivelar la información básica entre los participante es decir, todos deben saber de qué se habla cuando se dice “estoy enfadado”, “estoy contento” o “quiero dar las gracias”; también, todos deben saber cómo se siente uno cuando está triste, ansioso, sereno, y cómo se pueden identificar estos sentimientos en los demás.

2. Actividad central:

Puede consistir en un juego, una dramatización o role playing, la lectura de un cuento o una fábula, una canción, una obra de títeres o marionetas, o la enseñanza explícita de modos apropiados de expresar las emociones. La elección del tipo de actividad que se va a desarrollar depende, en gran medida, del diagnóstico previo que se haya realizado, pero también de las preferencias del docente; algunos se sienten más cómodos narrando cuentos y no actuándolos, otros más seguros desarrollando actividades o juegos, y no cantando frente a los niños. Más allá de las preferencias individuales, se debe invitar a los docentes a probar y probarse con las distintas estrategias, porque pueden llegar a descubrirse en roles que no habían imaginado

3. Reflexión final:

Esta etapa requiere también de la participación activa de los niños.
Si bien el docente es el que guía la reflexión con preguntas, los protagonistas deben ser los niños. El docente debe centrarse en lograr que los niños comprendan los aspectos positivos y saludables de la emoción que está promoviendo, enfatizando que es posible experimentarla de forma intencional mediante el uso de la creatividad y el esfuerzo personal.

4. Tarea para la casa:

El  docente propone tareas para la semana, con el objetivo de favorecer la generalización a la vida cotidiana de lo trabajado en el aula y contar con la colaboración de la familia, siempre imprescindible.

Esto es sólo un ejemplo, que no debe servir para acotar posibilidades. Existe multitud de variables entre las que está, por ejemplo, contar con los padres y madres en el aula una vez a la semana para que narre las emociones vividas en familia, lo que les hace ponerse tristes, lo que les ayuda a estar contentos, etc.

Espero que estas pautas os sean de utilidad. Para mayor información sobre el tema podéis consultar esta breve bibliografía.


Bibliografía:

Bisquerra, R. y Pérez, N. (2007). Las competencias emocionales. Educación XXI, 10.
Caballero, A. (2004). Cómo enfocar la educación emocional dentro del aula desde la perspectiva de género. En AA.VV.
Durán, A., Extremera, N., Rey, L., Fernández-Berrocal, P. y Montalbán, F.M. (2006). Predicting academic burnout and engagement in educational settings: Assessing the incremental validity of perceived emotional intelligence beyond perceived stress and general self-efficacy.

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